
El original de esta tira es de 1999, del siglo pasado, como quien dice.
Dedico este post a todos aquellos que no se han parado a observar la nuez de su nuevo ligue; oh, si, a vosotros me refiero.
Su sonido se puede definir como un bárbaro gañido acompañado por una guitarra infernal, un bajo atávico y una batería cavernaria con un tempo que oscila entre lo monolítico y lo frenético en un intento de sumergir al oyente en un maremagno de estados de ánimo, aunque mis queridos rockeros cristianos tienen ideas muy particulares al respecto.
El trasfondo ideológico es de nuevo medievalista, incluso vikinguista así como satanista y pagano a un 50%; este enfrentamiento al cristianismo unido al espíritu vikingo y al aburrimiento llevó a la quema de algunas iglesias en Noruega, aunque sobre esto hablaré con más profundidad en el próximo artículo. Está su ideología definitivamente asociada a la muerte, no como concepto, si no como realidad que debe ser practicada, ya sea volándose la cabeza cuando consideras que ya no te queda nada por ofrecer -¿qué habrían sido los últimos años si U2, Madonna o Metallica hubiesen hecho lo mismo?- o acuchillando al guitarrista de tu grupo -¿lo adivinan? Si, en el próximo artículo-.
Hasta aquí la, digamos, descripción formal del género; permanezcan atentos a Le Pédant y pronto podrán disfrutar de un reportaje más extenso en el que nos trasladaremos a los años dorados del True Black Metal.
Ahora disfruten de lo que ofrece actualmente el género, uno de los últimos trabajos de Satyricon; un resultado sobrio y estiloso por parte de uno de los clásicos del Black.
En un principio Kid Chameleon parece un juego de plataformas del montón sin nada que ofrecer aparte de la variedad de habilidades que se consiguen al cambiar de máscara; los problemas empiezan a surgir tras pasar las primeras fases… creedme, la adicción que provoca este juego no es sana en absoluto, es la adicción masoquista provocada por algo que te está destruyendo poco a poco, la adicción provocada por un juego maldito que grita “Die!!” cada vez que pierdes una vida mientras aúllas desesperado porque era tu último continue y no hay posibilidad de guardar la partida.
En el apartado gráfico el juego muestra una paleta de colores apagados muy en consonancia con las fases en las que se desarrolla el juego: rascacielos, bosques tenebrosos, subterráneos más tenebrosos aún y ciénagas tenebrosamente putrefactas con la aparición ocasional de alguna fase con un despreocupado aire tenebrosamente hawaiano y un precioso cielo azul que podrás admirar mientras caminas por una cueva tenebrosa. El propio aspecto del protagonista es bastante demencial, una especie de versión enana de Mickey Rourke, con pantalón vaquero, camiseta blanca, gafas de sol y el pelo peinado hacia atrás; los cambios experimentados al recoger las máscaras empiezan de una manera que parece normal (un samurai, un caballero) pasa a ser extraña (¿un rinoceronte?) y termina siendo, para variar, una locura (¿Jason Voorhees?¿Un conductor de tanques zombi?¿¿!!Una mosca!!??) habiendo por supuesto una máscara que no sirve absolutamente para nada, salvo pasar un par de fases agónicas y tenebrosas.
La banda sonora es sobresaliente -si lo que estás buscando es la música que acompañará al Día del Juicio, claro- una sucesión de temas machacones que hacen que tu pulso se acelere y que tus manos suden; canciones que, por supuesto, se instalarán en tu cerebro durante todo el día, impidiéndote pensar en otra cosa y acompañándote incluso mientras duermes.
Los enemigos son tan desquiciados como el resto del juego, incluyendo hombres tiburón, cangrejos gigantes, monos zombi -o eso parecen- y las habituales bolas de colores que ignoran los fundamentos más básicos de la física con tal de molestar, aunque el lugar de honor está reservado al enemigo de fin de nivel que te persigue sin descanso: el Siskaboss, una gigantesca cabeza calva de ojos saltones sobre la que tendrás que saltar hasta que los mismos se le salgan de las órbitas.
A pesar de todo esto el juego todavía podría haber sido casi normal, pero los programadores se esforzaron por evitarlo; cuando juegues a Kid Chamaleon descubrirás que hay muchos caminos que llevan a la desesperación, que todos se cruzan y que no importa en qué orden termines las fases o utilices los teleportadores porque siempre llegarás a alguna de las fases conocidas como Elsewhere y todo tu esfuerzo por encontrar un orden lógico en el juego se esfumará de un plumazo.
Ahora estaréis pensando que no debéis acercaros a este juego mientras está encendido, que es un espanto y una aberración… puede que sí, pero si no os sentáis a echar unas partidas os estaréis perdiendo una gran experiencia, porque jugar a este juego es como arrancarse una postilla: duele y es desagradable, pero disfrutas haciéndolo.