Faltan apenas tres semanas para mi cumpleaños. Van a ser treinta y tres añazos y, siendo sincero, ando con el tiempo muy justo si quiero fundar mi propia religión o convertirme en el conquistador más idealizado y respetado de la historia de la humanidad. La planificación no cuadra.
Sin embargo, esto sólo quiere decir que entro en la edad en la que de verdad puedo trabajar para convertirme en un dictador sanguinario o en la cabeza de un imperio criminal global que controle sus miserables vidas desde las sombras. Aunque para esto voy a tener que espabilarme, que el Terror -así, con "t" mayúscula- no se propaga solo.
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