Friday, December 03, 2010

Grandes Colgaos de los 90: Layne Staley

El veinte de abril de 2002, dos semanas después de su muerte, era encontrado en su casa de Seattle el cadáver del cantante Layne Staley, fundador del grupo musical Alice in chains y, hasta su último aliento, encarnación ambulante de los años 90. No fue ni el mártir ni el genio ni la superestrella petarda (¿A quién asignan ustedes los dos últimos adjetivos? ¡Que comience la polémica!), pero no cabe duda de que, de los cuatro cantantes más reconocibles de ese heterogéneo género que pasó a ser conocido como grunge, él fue el quintaesencial.

Muy previsiblemente visto su currículo, los padres de Layne se divorciaron cuando este tenía tan sólo siete años. No quiero parecer demasiado conservador, pero un matrimonio roto y un padre drogadizo no anunciaban nada bueno para el pequeño Layne que, como todo buen animalico, empezó en la música aporreando la batería. Pronto se pasó al arte del berreo y formó la banda Sleze en el 85. Teniendo en cuenta el año, el sonido de su posterior banda y los escasos documentos audiovisuales que he podido encontrar, se trataba de un grupo jevi de los de greña polaca, huevera prieta y guitarreo trepidante tras el segundo estribillo.

Unos años más tarde, en una de esas fiestas llenas de jamelgas ebrias y gente que moriría yendo de fiesta con Tad, de esas de las que sólo se sale vivo estando inhumanamente borracho, Layne conoció al que sería el otro pilar del característico sonido del grupo, el guitarrista Jerry Cantrell. Ambos se hicieron amigos y Staley se llevó a Cantrell a vivir al cubil infecto que llamaba hogar, en el que Cantrell descubriría el horror de dormir a la misma altura que el olor a orina (si es que no lo conocía ya, que es probable) y la prodigiosa voz de Staley. Tras colaborar en unos cuantos proyectos que no cuajaron formaron Alice in chains, editando su primer disco –Facelift- en 1990. No me extenderé demasiado en lo musical pero cabe subrayar que, dentro del sonido marcadamente jevacho-siniestroso del grupo, el estilo abismal y aullante de Staley era la marca de la casa. Sí, sé que estamos hablando de una época en la que todo el mundo era abismal y aullaba por las calles, pero Staley era realmente bueno en eso.


El éxito de Facelift no fue inmediato, pero llegó. El grupo comenzó a ganar notoriedad y, disco tras disco, ayudaron a definir y popularizar el sonido de la escena de Seattle hasta que en 1996 se vieron obligados a detenerse en seco debido al lamentable estado de salud de Staley. Su afición a la hipodérmica había hecho mella en él y a lo largo de los siguientes seis años sólo saldría de su reclusión para participar en grabaciones puntuales como la sobresaliente versión de The Wall que grabó junto a otros notables de su quinta para la película The Faculty, aunque cabe indicar que ni siquiera pudo grabar el vídeo clip de la misma, en el que se usaron imágenes de archivo para los planos en los que debía aparecer el cantante.



Con todo y para sorpresa de la mayoría Layne sobrevivió a los 90. Algunos, incluido el propio Cantrell, incluso consideraban la posibilidad de que el cantante pudiese salir airoso del lance – ¡Hey! ¡Si Scott Weiland seguía vivo todo podía ocurrir!- y volver a los estudios de grabación, pero resultó ser una esperanza vana. El cinco de abril de 2002, tras amenazar a su amigo y antiguo bajista Mike Starr con dejar de hablarle si intentaba salvarle la vida (lo que demuestra el lamentable estado mental en el que se encontraban ambos pues, viviese o muriese, el resultado sería que no se volverían a hablar), Layne Staley se fue al otro barrio de la mano de una sobredosis de speedball (el matacelebridades por excelencia) a la edad de treinta y cuatro años demostrando que no todos los grandes colgaos caen de pie, pero también que, si ignoras los años de agonía por colapso fisiológico, te lo pasas como un enano y ligas a mansalva.

Editado: Pueden escuchar algo más de Layne Staley en Gigafantasma, por supuesto.

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