Nos llega desde Salamanca una modesta joya cuya virtud no reside en el agudo ingenio de su autor, si no en la proximidad humana de la experiencia que describe.
Todos hemos estado allí en algún momento, sintiendo la fría cuchillada de la cagarrina, el implacable empuje de la marea fétida, el cruel apretón del... bueno, del apretón.